Corazones fuertes, pero frágiles



Son corazones.
Fuertes como las cuerdas atadas a estribor.
Pero frágiles, como el hilo que teje una araña en un helado invierno.

Aun así no derraman sangre, ni temor. No derrama nada.

Laten. Sólo laten al mismo compás, al mismo tiempo como las temidas agujas del tiempo, sin que se dén cuenta.

No saben.
No saben que los dos son lo que le falta al mundo. 
Sus ciegos ojos, cerrados, ennegrecidos por el dolor no les deja ver que detrás de la niebla hay luz. 

Una luz cálida, acogedora y que te abraza. 

Mírame a los ojos. No derrames más lágrimas añiles.

El tiempo nos abrazará, y los minutos nos comprenderán. 
Déjate. Déjate ir. Sácate de tú mismo.

No tiembles, no tengas miedo.
Te acogeré con mis sutiles manos, te escucharé con mis oídos, te tararearé una cantinela que te hará abandonar tu aflicción.

Aunque me haya pasado un huracán, te daré todo lo poco que me queda. Y no me importa.

Sólo son corazones.
Fuertes como las cuerdas atadas a estribor.
Pero frágiles, como el hilo que teje una araña en un helado invierno.

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