Camino hace esos días




Él, con traje y camisa de cuadros.
Ella, con vestido rojo de topos blancos.

Salían de casa y se alejaban donde nadie pudiera encontrarlos.
Se perdían entre los campos de flores de primavera. Y se encontraban uno al otro.

La luz se colaba por las hojas verdes de los árboles. 
Siempre se sentaban debajo un cerezo.
Se miraban.
Ambos Sonreían.
El chico cogía una flor rosa del cerezo, delicada y suave como ella. La pasaba por su mejilla llena de pequeñas y graciosas pecas, y la enredaba en sus cabellos ondulados. 

Y esque aunque ambos tenían muchos problemas en su vida, se tenían uno al otro. No hablan de ello, sólo permanecían en silencio admirando el espectáculo que la naturaleza les ofrecía. 

Se pasaban horas y horas juntos, sentados con las manos entrelazadas como las raíces de un árbol milenario.

Se respiraba aire primaveral, fresco.

Se respiraba una pequeña cosa que nadie de los dos aún temía pronunciar, amor. 

Era un amor sencillo, pero fuerte.

El amor, era la única cosa que necesitaban para aliviar su dolor. 

Ese amor, fué lo que les hizo eternos.

Para siempre.

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