Brisa de invernal en primavera
Mis mejillas ardían, quemaban vivas por dentro.
Mi piel se llenaba de pequeñas manchas del sol.
Hacía sol, pero aún corría una suave brisa de invierno que me hacía esconder mis manos bajo los anchos bolsillos de mi abrigo negro.
Mi piel se llenaba de pequeñas manchas del sol.
Hacía sol, pero aún corría una suave brisa de invierno que me hacía esconder mis manos bajo los anchos bolsillos de mi abrigo negro.
Estaba en trance, vivía en mi delicioso mundo irresitible de no adentrarse en él... No podía salir.
La realidad me hacía huir de mí misma.
Quería refugiarme en algún lugar donde nadie pudiera encontrarme.
Inmersa en mi imaginaria habitación de emergencias, seguía caminando por la calle de valdosas blancas y rojas.
Daba pasos ligeros, mirando fijamente hacia delante, pero sin saber qué estaba mirando.
Sólo pensaba en escapar, salir de ahí.
Pero físicamente me era imposible, porque la realidad es más cruel que nuestras expectativas.
La vida es como una barquillo, de la cuál si se rompe por las cortantes olas, te tienes que espabilar y buscar un salvavidas.
Pero físicamente me era imposible, porque la realidad es más cruel que nuestras expectativas.
La vida es como una barquillo, de la cuál si se rompe por las cortantes olas, te tienes que espabilar y buscar un salvavidas.
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